«Mi madre no es un número más»

José Antonio ha perdido a su madre por el Covid-19. Pide al Gobierno que no trate a los muertos como cifras y que les conceda un funeral de Estado que rinda homenaje a nuestros mayores

La estremecedora carta del hijo de una fallecida por coronavirus

José Antonio Toribio perdió a su madre el pasado jueves por culpa del Covid-19 en una residencia de un pueblo de Salamanca.

Leo, de 76 años, sufría Alzheimer desde hacía casi dos décadas, pero su cuerpo estaba fuerte como un roble.

Había superado dos operaciones anteriores con mucho coraje hasta que una «insuficiencia respiratoria» se la llevó.

Leo ni siquiera figura en las estadísticas oficiales de muertos por la pandemia. Aunque tenía todos los síntomas y en su certificado de defunción se apunta como posible causa, su rápido deterioro en apenas unas horas impidió que la hicieran el test. Pero eso no importa. José no quiere que su madre sea una cifra, que nadie lo sea.

Detrás de todos los muertos hay personas. Nos acostumbramos a dar cifras. Los estamos deshumanizando». Por ello, José ha escrito una carta para poner rostro y memoria no sólo a su madre sino a todos los fallecidos anónimos por el coronavirus.

«No son muertos de segunda. Detrás de ellos había vidas. Parece que se justifican las muertes de la gente mayor o con patologías previas. Ellos tenían las mismas ganas de vivir que nosotros», cuenta José por teléfono.

José es muy crítico con la gestión política de la crisis y pide que todos los muertos sean homenajeados en un funeral de Estado y que «todas las banderas de este gran país ondeen a media asta».

A continuación, reproducimos su carta:

MI MADRE TIENE UN NOMBRE
Por José Antonio Toribio
«Mi madre no es un número más, mi madre tiene un nombre, Leo.

Y digo que tiene porque seguirá estando en mi corazón y en el de la inmensa mayoría de las personas que tuvieron la suerte de conocerla.

Porque ella era mágica, su historia de lucha y superación lo atestigua.

No es un número más porque ninguna víctima de esta tragedia merece ser marcada con un número y pasar a la siguiente pagina sin más.

Porque todas estas personas tienen una familia y tenían una vida por delante, más o corta o más larga, pero era su vida.

Porque mi madre tenía patologías previas, si, pero no era su momento. Esas patologías le permitían vivir, llevaba 18 años luchando y podría haber seguido luchando, porque esa era su esencia, la lucha.

Porque me niego a que nos estemos deshumanizando de esta forma, a que la vida de personas más o menos mayores no sea significante, a que la vida de las personas con otras patologías no valga nada.

Este gobierno está intentado deshumanizar la situación, infravalorando las muertes, «hoy seiscientos, cien menos que ayer, es un buen dato…». Por favor, estamos hablando de seiscientos muertos, de seiscientas vidas, en definitiva, de seiscientas personas que tenían ganas de vivir.

«BASTA DE TAPAR LAS MISERIAS»

El interés de este gobierno es seguir barriendo el polvo para esconderlo debajo de la alfombra, pero no se da cuenta de que hay más que polvo, hay demasiada mierda, hay demasiada basura como para que una simple alfombra la pueda ocultar.

Por eso pido que no caigamos en la trampa, no podemos seguir deshumanizando las muertes, dejándolas en simples cifras, tenemos que ponerles cara, tenemos que darles voz, porque detrás de esas cifras existen personas que han levantado este país de la nada, personas que han construido una democracia plena a pesar de haber vivido una época a la que, incluso los que no la hemos conocido, no queremos volver.

Por esa razón, tampoco podemos no alzar la voz para decir basta, basta de tapar las miserias, basta de censurar la información, basta de manejar la sociedad comprando las televisiones, basta de ocultar una mentira con otra mentira.

Porque este castillo de naipes no se sostiene, porque mentir para tener que volver a mentir, después de haber mentido previamente hará que se derrumbe, porque es el único destino de un castillo de naipes cuando las cartas de las que se compone están trucadas.

En algún momento este Gobierno debe asumir responsabilidades, asumir que la gestión más inútil de la peor crisis sanitaria de los últimos cien años no se puede barrer debajo de la alfombra. Asumirlo y humanizar TODAS y cada una de las muertes (las no oficiales, como la de mi madre, también).

«ESTE GENTE MERECE UN FUNERAL DE ESTADO»

Esta gente se merece un funeral de Estado, esta gente se merece que las banderas de todos los rincones de este gran país ondeen a media asta, esta gente merece un reconocimiento de toda la sociedad española, porque han sido víctimas de la propia sociedad, por ser más vulnerables, por ocupar el eslabón más débil de la cadena, por edad o por tener patologías previas o simplemente por estar luchando en primera línea de fuego contra el virus.

Porque esta gente se merece que este gobierno dimita, porque claro que no son un número más, sin embargo este Gobierno si lo es, ¡son 22 + 1 incompetentes!

Iros a vuestra casa, cuanto más lejos estén vuestras manos de la gestión pública, mejor, no os necesitamos, no necesitamos que salgáis a sobre comparecer para decir lo buenos que somos, eso ya lo sabemos, máxime cuando Sánchez no lo piensa, para él, el único bueno es él.

Por desgracia estamos perdiendo a los mejores soldados en esta guerra, a las generaciones que levantaron este país y los que cara a cara batallan en esta lucha (mi recuerdo a todos nuestros mayores, a los sanitarios, miembros del ejército y de las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado, transportistas, personal de limpieza y de supermercados, etc).

«LA VIDA DE MI MADRE HA SIDO LA LUCHA»

Y acabo con la historia de Leo, mujer brillante (con patologías previas si, pero mujer brillante).

Una de esas mujeres de la España rural que nacieron en mitad de la posguerra y que su vida ha sido la lucha, la lucha a base de esfuerzo, sacrificio, valentía y amor.

Una de esas mujeres a la que, sin vestir de morado, no le vais a dar lecciones de feminismo, porque han tirado del carro y si hacía falta, de la carreta, para conseguir su sueño, que no era otro que sus hijos tuviesen todo aquello que ellas no tuvieron. Y mi madre lo consiguió, nos dio todo con nada, consiguió sacar adelante a cuatro hijos y un marido que enfermó cuando el pequeño, que era yo, apenas tenía 8 meses. Así que basta de lecciones al pueblo, porque el pueblo os da las lecciones a vosotros, solo tenéis que pararos y escuchar.

A Leo le encantaba leer, pintar y crear. Tanto que, incluso cuando la injusta realidad borró sus recuerdos, ella seguía leyendo, aunque solo ella entendiese como se puede leer un libro del revés.

Y esa era su patología previa, tener mas personalidad, cualidades y valores que todo un rebaño de 22 palmeros que siguen a un líder narcisista al que le da igual vestirse de lobo que de cordero, vestirse de rojo, morado o amarillo o fumarse un puro con los que hasta hace dos días mataban a los de su propio banquillo.

Con patologías como las de mi madre merece más la pena vivir que con las patologías de ese rebaño que intenta engañar a un país para escapar de un virus al que solo se le gana la batalla luchando y que, por tanto, es inmune a la mentira en la que el propio rebaño se ha instaurado».

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