LA REBELIÓN CANTONAL DE 1873: EL FRACASO DE LA ESPAÑA FEDERAL

En la historiografía española siempre se habla de la segunda república y muy poco de la
primera, la que duró 1 año y 321 días. Se hace todavía más extraño que no se hable de este
periodo que es de los episodios más convulsos y apasionantes de nuestra historia.
Hoy analizaremos de este periodo el factor que prometía fortalecer el nuevo régimen y que,
sin embargo, fue el principal responsable de debilitarlo: el cantonalismo. El cantonalismo fue
un movimiento federalista que defendía una República federal formada por cantones que se
unirían a la república por propia voluntad como unidades soberanas que son. Hubo muchas
discusiones sobre si los cantones debían ser de carácter municipal o provinciales. En este
artículo analizaremos la revolución cantonal que se produjo en nuestro país en 1873.
CUANDO ESPAÑA DEJÓ DE SER MONÁRQUICA
Tres años después de ser proclamado rey, Amadeo I de Saboya renunciaba al trono y
abandonaba España el 11 de febrero de 1873 y ese mismo día se proclamaba la República; la
primera de la historia de España. Tras unos primeros meses de inestabilidad social e intentos
de golpes de estado, en mayo de ese año se celebraron las elecciones a Cortes constituyentes
con una aplastante mayoría de los republicanos ya que la oposición política no se presentó a
esos comicios. Lo siguiente era saber: ¿Qué república se quería?
Los republicanos estaban divididos en tres grupos: los “intransigentes”, los “centristas” y los
“moderados”.
Los “intransigentes” defendían la creación de una Convención que asumiera todos los poderes
del Estado, eran los defensores del cantonalismo y querían profundas reformas sociales; los
“centristas” también apoyaban el proyecto de los cantones, pero creían que el primer paso era
elaborar la nueva constitución y, después, establecer los cantones o estados federales; los
“moderados” también estaban a favor de elaborar una nueva Carta magna, pero defendían la
formación de una República unitaria.
EMPIEZAN LAS DISPUTAS
Durante el mes de mayo hubo tantas discusiones en el seno del gobierno y hasta la tentativa
de un posible golpe de estado para proclamar la República federal sin consentimiento de los
poderes del Estado por parte de los generales del sector “intransigente” Juan Contreras y
Fernando Pierrard que el presidente del poder Ejecutivo (presidente del Gobierno) Estanislao
Figueras, según dicen, pronunció esas célebres palabras en catalán: “senyors, els seré franc:
estic fins els collons de tots nosaltres” (señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de
todos nosotros). Tras no poder devolver su poder a las Cortes, el 10 de junio, Figueras huyó a
Francia en tren sin avisar a nadie por miedo. Al día siguiente, el centrista i también catalán
Francesc Pi i Margall asumió el cargo de presidente del Gobierno con la oposición de los
“intransigente” que ya venía de lejos.
El rifirrafe entre “intransigentes” i Pi i Margall se hizo patente cuando los echó del gobierno,
estableció un gobierno de “centristas” y “moderados” con el lema “orden y progreso” y
empezaron la redacción de la nueva constitución. Como oposición, los “intransigentes”
reclamaron que las Cortes se constituyeran en Convención y crearan una Junta de
Salud/Salvación Pública a la francesa. La propuesta fue rechazada y los “intransigentes”
presentaron el 27 de junio una moción de censura al gobierno que no prosperó. Ante esta
situación, los “intransigentes”, exceptuando el diputado Navarrete, abandonaron las Cortes el
1 de julio y el día 2 publicaron un manifiesto criticando a los “centristas” y tachándolos de
falsos federalistas y cantonalistas. Pi i Margall lo negó y defendió su plan alegando que era la
opción pacífica y rápida para alcanzar el objetivo.
EMPIEZA LA REVOLUCIÓN CANTONAL
Tras su salida de las Cortes y alentar a la revolución cantonal, los “intransigentes” formaron en
Madrid el Comité de Salud Pública para dirigir el levantamiento, pero es un hecho que fue un
movimiento encabezado por los grupos federalistas locales que se establecieron en juntas
revolucionarias. Para los “intransigentes”, el cantonalismo era la única alternativa que les
quedaba para lograr las reformas sociales que se prometieron con la llegada de la República y
que no se materializaban.
El día 9 de julio, y como consecuencia de la Revolución del petróleo, Alcoy se declaró
independiente el día 12 de julio, los federalistas ocuparon el ayuntamiento de Cartagena,
izaron la bandera roja, símbolo de la revolución, y establecieron la Junta Revolucionaria de
Salvación Pública y proclamando el Cantón Murciano. El general “intransigente” Juan
Contreras se dirigió a Cartagena el día 13 y se proclamó jefe de la Marina y presidente interino
del Cantón hasta que llegó el jefe del Comité de Salud Pública de Madrid, Roque Barcia. El
comandante del Ejército, la Milicia y la Armada fue “Antonete” Gálvez, héroe revolucionario
local que gozaba de una muy buena reputación.
Desde el Cantón Murciano se alentó a la creación de cantones para forzar la creación del
estado español federal. Y de esta manera, a lo largo del mes de julio se fueron proclamando
cantones por todo el país, en especial, en Valencia y Andalucía. En el norte no tuvo tanta
fuerza porque, y no hay que olvidarlo, se estaba llevando a cabo la guerra contra los carlistas.
Mientras tanto, el gobierno cantonal aplicó varias de esas medidas revolucionarias que querían
para España como la jornada laboral de 8 horas, se incautaron los bienes a la iglesia o se
aprobó el divorcio. En el caso de Murcia, el cantón llegó a acuñar moneda y a pedir ayuda a
Estados Unidos para formar parte de la Unión. Los demás cantones iban aplicando medidas
parecidas.
3 PRESIDENTES EN 7 MESES Y EL FIN DEL SUEÑO
Los cantones se defendían. Por ejemplo, el Cantón Murciano, se defendió fuertemente gracias
al arsenal y al control la mayoría de la flota armada del país que se encontraba atracada en
Cartagena. Ante esta situación, Pi i Margall fue forzado a dimitir y fue substituido por Nicolás
Salmerón, del sector “moderado” el 18 de julio.
Salmerón decidió aplicar una respuesta contundente para acabar con el movimiento cantonal.
De esta manera, el gobierno destituyó a todos los altos cargos que habían apoyado el
movimiento y puso gente contraria al federalismo o hasta antirrepublicanos. También se
aumentó el número de efectivos en el Ejército y en la Guardia Civil entre otras medidas
excepcionales. Estas medidas consiguieron el sometimiento de la gran mayoría de cantones,
pero Cartagena resistía. El día 6 de setiembre, Salmerón presentaba su dimisión tras negarse a
firmar las penas de muerte de unos militares condenados por apoyar la revolución cantonal.
Salmerón fue substituido por Emilio Castelar, también de los “moderados”.
Castelar intensificó las políticas belicistas de su predecesor y llegó a bombardear Cartagena en
noviembre, pero Cartagena resistía. Viendo que no conseguía nada y reanudándose las
sesiones en las Cortes, el 3 de enero de 1874, Castelar dimitió tras perder una moción de
confianza en el Congreso. Esta dimisión no llegó a producirse de facto ya que, de madrugada,
el general Pavía se presentaba delante de las puertas del Congreso de los Diputados y, con la
ayuda de la Guardia Civil, desalojaba el edificio y forzaba la disolución de las Cortes y del
Gobierno. El capitán general de Castilla la Nueva reunió un gobierno de “concentración” y dio
el poder al general Francisco Serrano, que había regresado de Biarritz (Francia) donde había
estado exiliado desde abril del año anterior. Serrano, como presidente del poder Ejecutivo,
instauró un gobierno presidencialista de carácter autoritario.
Tras la noticia del gobierno Serrano y viéndose solos, el 12 de enero 1874, el Cantón Murciano
se rindió.
Así acaba un periodo turbulento y emocionante de la historia de España que debería tener más
protagonismo en nuestros libros de Historia hoy más que nunca.

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