OPINIÓN

Óptica filomarxista  del salario mínimo

 

El salario mínimo interprofesional (SMI) es uno de los caballos de batalla en el enfrentamiento que mantienen las facciones del PSOE y Podemos en el Gobierno. Es ya claro que el partido morado no renunciará a una nueva subida de esta remuneración en 2021, pese a que la oposición de ministros como Carmen Calvo sea tajante.

Sin embargo, sí aceptaría que el avance quede en el 0,9%, en línea con los aumentos previstos para funcionarios y pensionistas. Se equivocan quienes juzguen que se trata de una revalorización muy limitada, carente de efectos en la economía.

Los incrementos del SMI tienen una influencia en el conjunto de los costes laborales más profunda de lo parece. Además de las actividades ligadas directamente a esta remuneración, hay efectos de segunda ronda intensos en múltiples sectores, cuya negociación colectiva utiliza el salario mínimo como referencia básica.

Se desencadenará así una nueva presión para que el promedio de los costes laborales siga al alza en España, una tendencia que ha mantenido de forma constante desde 2019.

Basta, por ello, un 1% de incremento en el SMI para abocar a su desaparición a 50.000 empleos (45.000 en el caso de un 0,9% de avance en 2021), según las simulaciones estadísticas más fiables. El daño puede ser incluso mayor en un contexto tan difícil como el presente en el que miles de empresas se encuentran paralizadas.

En estas circunstancias, el único beneficio que puede esperarse del avance del SMI es mejorar en el muy corto plazo, aquél que marcan las elecciones catalanas, las perspectivas electorales de Podemos, la verdadera prioridad de ese partido desde que llego a Moncloa.

Pero, en cuanto al mercado laboral en su conjunto, sólo puede esperarse el agravamiento de una situación que ya es crítica. A corto plazo  dañará al mercado laboral.

Desde el punto de vista técnico en el área laboral por un lado el salario mínimo perjudica a las pequeñas empresas a los autónomos, por otro lado el salario mínimo puede perfectamente implicar una redistribución en favor del grupo de trabajadores que lo percibe a costa no de pequeños empresarios de clase media.

Buena parte de la población continúa analizando las políticas laborales desde una óptica filomarxista: cualquier cambio de la legislación laboral se dirige a beneficiar (o a perjudicar) a la clase trabajadora en su conjunto frente a la clase capitalista en su conjunto.

Los trabajadores son caracterizados sin distinción como sujetos desvalidos, precarizados y pauperizados mientras que, a su vez, los capitalistas son descritos unánimemente como poderosos, explotadores y opulentos.

De ahí que, por ejemplo, los incrementos del salario mínimo sean normalmente interpretados a la luz de esta dialéctica de clases: por definición, nos dicen, aumentar el SMI redistribuye renta desde la acaudalada clase capitalista a la empobrecida clase trabajadora, Así en vez de crear empleo lo que hacemos es precisamente lo contrario.

En realidad, el resultado podría ser bastante distinto al que ambicionan los partidarios de Podemos del SMI: los trabajadores supuestamente beneficiados podrían perder su empleo pero eso a ellos no les importa ya lo han demostrado desde que están en el Gobierno, solo buscan arañar un puñado de votos y seguir engañando a la clase trabajadora.

De modo que la redistribución de la renta sería desde los trabajadores que pierden su empleo a aquellos que lo mantienen a un SMI incrementado; asimismo, el capitalista podría subir los precios de sus mercancías para compensar el aumento de sus costes laborales, de modo que no habría una redistribución desde capitalistas a trabajadores, sino desde consumidores a trabajadores.

Con todo, claro, también podría darse el caso de que los capitalistas ni reduzcan el empleo ni suban precios, sino que vean reducidas sus ganancias. En ese supuesto, el salario mínimo sí sería una herramienta para redistribuir la renta desde capitalistas a trabajadores.

Una vez más vemos que el Gobierno ni esta, ni se le espera, en la puesta por la creación de empleo, sino todo lo contrario por el desempleo.

No viven en esta realidad, en la que nos encontramos las pequeñas empresas, los autónomos y los trabajadores, si no en otra realidad alternativa.

»No saben lo mucho  que cuesta cada día, subir la persiana y salir adelante.»

 

POR Samuel Gutiérrez Manzanares

 

 

 

 

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