La historia es, en ocasiones, un reguero y recuento de mentiras históricas, como nuestra Democracia en vías de un populismo visceral y mediocre que quema a un pueblo, a una nación, a unas instituciones y a los contenedores del odio. Nos ha traído sexo de la peor especie, patológico, humo ideológico, crisis en la sanidad por falta de medios, coordinación y previsión política en las diecisiete comunidades autónomas navegando al garete sobre todo en las vacunas que escasean y por ende mata al que sufre el ataque del virus de múltiples cepas.
El ejemplo más escandaloso de la doble moral surgido de la nueva normalidad la tenemos en las Islas Baleares que fue hasta hace cuatro años espejo del poderoso turismo español, dejadas al garete por el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias.
PSOE y PODEMOS no podrán seguir tapando durante más tiempo la trama de explotación sexual de menores a cambio de drogas, regalos y dinero que existía en los centros y pisos de tutela de menores dependientes del
Gobierno balear. Pese a la trascendencia social y ética además de humana de los repugnantes hechos, las decenas de denuncias y el hecho de que el Consell de Mallorca admitió al menos 16 casos de violaciones y abusos sexuales de la peor especie a la residentes de los centros, no se ha producido ni una sola dimisión de los altos cargos, y peor aún, tanto PSOE como Podemos y MES impidieron alevosamente que se crease una comisión de investigación en el parlamento isleño.
La gravedad del caso ha llamado la atención de la COMISON DE PETICIONES DE LA UNION EUROPEA que ha pedido explicaciones tanto a Pablo Iglesias como al ministro Marlaska. La disfunción moral de la izquierda radicalizada en temas de sexo solo parece tener un campo, la violencia de género y sus algaradas feministas que nacieron, ahora se cumple un año, con aquella manifestación contagiosa del 8 de Marzo que vitoreó el presidente Sánchez en sede parlamentaria. Están enfermos, amnésicos, cuando en los últimos días algunas ONG y medios, alertan a la opinión pública del crecimiento de delitos sexuales en las mismas familias.
No es solo un repugnante problema, es mucho peor, es una pandemia que viene mostrando su saña desde que la permisividad es el nuevo estilo que genera una parte de la clase política que llega incluso a aplaudir al terrorismo urbano y busca liquidar las instituciones para destruir una democracia en trance de violación mental-.
No desean un país saludable sino introducirnos en el bucle de país corrompido desde arriba. No queremos pontificar con moralina, sino advertir del peligro de la falta de escrúpulos y abusos de todo tipo que cuando atropellan a los niños y menores, hay que aplicar la mano más dura. Los datos son escalofriantes según el Informe elaborado por la Fundación Anar los abusos sexuales a menores se han multiplicado por cuatro. La tasa de crecimiento de los casos ha sido de un 300,4 y el informe incluye también un parte adicional con más de mil llamadas telefónicas registradas en el periodo COVID-19 en pleno confinamiento.
Sureste Press