Una pareja llora la muerte de una mujer en un cementerio de Río de Janeiro.

Una pareja llora la muerte de una mujer en un cementerio de Río de Janeiro.

Dos noticias esta semana en Río Janeiro sobre playas y favelas resumen la esperpéntica coyuntura en un país en el que mueren cada día más de 4.000 personas de la covid, pero cuyo presidente se opone a todas las medidas de confinamiento.

Los expertos advierten que el país podría llegar a registrar 5.000 muertes diarias si no baja el ritmo de contagios.

En un momento de aceleración descontrolada de la pandemia, con un total acumulado de 13 millones de contagiados y 338.000 muertos –21.000 solo en Río–, el alcalde Eduardo Paes ha adoptado una serie de restricciones que incluyen límites a la circulación y horarios reducidos de apertura de comercios, restaurantes y bares. Incluye también la prohibición de acceder a las famosas playas de Ipanema o Copacabana.

Pocos epidemiólogos dudan de que las escenas de hacinamiento en las playas de Río durante las fiestas de fin de año y carnaval fueron un factor clave en la subida de la tasa de contagio en la ciudad, agravada por una nueva cepa cinco o seis veces más contagiosa y más virulenta para la gente joven, así como una tasa de ocupación de unidades de vigilancia intensiva superiores al 90%. «Hay una negación colectiva y lo vimos en Río de Janeiro en las playas», dice Margareth Dalcolmo, investigadora neumóloga de la Fundación Oswaldo Cruz, en Río. «Jamás se ha hecho un lockdown adecuado en Río», añade en entrevistas a los medios brasileños.

Pero Bolsonaro y sus hijos basan la estrategia de reelección del presidente en un ataque frontal contra las restricciones y los alcaldes y gobernadores responsables de adoptarlas, sobre todo el presidenciable gobernador de São Paulo, João Doria.

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