LA ILE: LA REVOLUCIÓN EDUCATIVA ESPAÑOLA
Tras la época convulsa que se vivió en España con La Gloriosa y la I República, el país entraba en una nueva etapa con la restauración borbónica y el establecimiento de un nuevo régimen que traía una nueva estabilidad con unas nuevas bases políticas, económicas y sociales. Estas nuevas bases, para muchos, no eran las mejores, sobre todo a nivel educativo y fue en esta situación cuando, en 1876, un grupo de docentes fundaron una de las instituciones educativas más revolucionarias del siglo XIX en este país; una institución que muchos de sus planteamientos pedagógicos siguen muy vigentes en los nuevos modelos educativos. Hoy hablamos de la Institución Libre de Enseñanza.
Rompiendo moldes
En 1875, con la llegada del nuevo régimen, España recuperó algunos planteamientos educativos ya superados: la doctrina religiosa imperaba en la educación y afectaba en el temario que los niños de la época recibían. Esto era más grave a nivel universitario ya que los jóvenes no tenían acceso a las nuevas teorías y los nuevos conocimientos que venían del extranjero como la Teoría de la Evolución de Darwin ya que “atacaba” al Creacionismo que se impartía en las aulas por parte de los docentes que, en muchos casos, eran religiosos. Ante esta situación, diferentes profesores se quejaron de la falta de libertad de cátedra y de este “marcaje ideológico” por parte de las autoridades. Tras estas quejas, estos docentes fueron retirados de sus cátedras y en 1876 crearon la ILE; la Institución Libre de Enseñanza.
Este grupo de profesores con Francisco Giner de los Ríos a la cabeza, estaban influenciados por la filosofía del krausismo. Este movimiento intelectual que entró en España a partir de 1840 defendía una concepción del mundo que, sin negar a Dios, sí que defendía la ampliación de conocimiento más allá del dogma y, a parte, creía en la reducción del papel del Estado sobre todos los ámbitos, en concreto, la educación. Esta institución se declaraba ajena a ideas religiosas, ideológicas y políticas y defendía la libertada de cátedra, la importancia de la ciencia y el respeto a la conciencia individual. Este proyecto educativo privado pretendió ser el gran renovador cultural y educativo de España.
Sin ayudas estatales, pero con donativos y voluntarios, la ILE se creó como un centro de estudios universitarios y de segunda enseñanza (la ESO actual) que pretendía enseñar a los jóvenes conocimientos que se estaban enseñando en otros países sin ningún tipo de intervención estatal. En 1878, los docentes se dieron cuenta que, para llevar a cabo la gran reforma educativa que querían, no solo podían centrarse en la educación de universitarios i jóvenes y, por eso, inauguraron una escuela primaria. Entre 1876 y 1888, la Institución fue en constante evolución y crecimiento con traslados de ubicación y fomentando la creación del Museo Pedagógico Nacional en 1882 o su Boletín en 1877. Cabe destacar que hasta la II República, a la cual influenció fuertemente en materia educativa, la ILE fomentó instituciones tan relevantes como la Junta para la Ampliación de Estudios en 1907, que promovía la investigación científica en todos los ámbitos; la Escuela Superior de Magisterio en 1909, que formaba a profesores y profesoras; la Residencia de Estudiantes y el Centro de Estudios Históricos en 1910 o el Instituto-Escuela en 1918, entre otras.
La propuesta del ILE
Durante los años que estuvo en marcha, la ILE siempre tuvo presente algo básico: educar. Como ya hemos dicho, este organismo pregonaba la defensa de una educación neutral porque no se quería “perturbar la niñez y adolescencia” del alumnado con cuestiones que se podrían considerar “de adultos” y que suelen llevar a la división de opinión y pensamiento. Se fomenta el espíritu crítico del niño y del joven para que pueda formarse unas opinión y modelos de vida propias, tanto a nivel humano como profesional. De esta manera, la Institución buscaba la educación multidisciplinar en la cual se educará a sus alumnos a nivel cultural y personal como podía ser promocionando una vida saludable y una educación en cuanto a modales, por ejemplo. Al mismo tiempo, la Institución no creía en la estricta vigilancia hacia el alumnado ni en el modelo educativo basado en los exámenes o en el modelo de premios y castigos y si creían en la creación de lazos de confianza entre maestro y alumno.
Hasta ahora hemos hablado de los niños y jóvenes, pero ¿y las mujeres? A finales del siglo XIX, en España, la educación de las niñas y jóvenes estaba muy limitada o era inexistente. Era muy raro ver a niñas en las escuelas y era imposible ver a jóvenes estudiando una carrera en la universidad, a no ser que llevaran un permiso de su padre. La ILE aborrecía ese concepto de educación y apostaban por la coeducación y escuela mixta ya que, hombres y mujeres viven juntos en la familia y en la sociedad. No entendían como se podía impedir el derecho de las mujeres a formarse por el solo hecho de ser mujeres. En la mujer también caben cualidades como el trabajo, la creatividad, la inteligencia, etc. De sus aulas, salieron grandes mujeres como Remedios Varo, Alma Tapia, Isabel Richart o Victorina Durán, entre otras muchas. Esta voluntad de trabajar en la integración de la mujer a la vida cultural del país de la institución la vemos bien reflejada en la inauguración de la Residencia de Señoritas en 1915.
En cuanto al programa educativo, la ILE no creía en la separación clásica de grados, sino que creía más en dividir al alumnado conforme su grado de desarrollo; de esta manera, todos los alumnos estudiaban las mismas materias básicas, en la medida de su grado de desarrollo. Las clases de la ILE no eran las típicas de “ir para tomar apuntes”; las clases de la ILE eran impartidas por un profesor o profesora que buscaba motivar y despertar el interés del alumno que, teniendo en cuenta el grado de desarrollo, cogía apuntes con el fin de hacerse una guía, un texto que para el fuera el verdadero ya que no se creía en los libros “de texto”. Sobre los deberes, los profesores de la Institución creían que debían ser elementos que sirvieran para seguir enriqueciendo al alumno a nivel intelectual, siempre teniendo en cuenta que el alumno necesita su espacio de desconexión de los estudios. Otra idea revolucionaria de la ILE era el propio sentido de las clases ya que, aunque había clases por la mañana y por la tarde, la Institución no exigía puntualidad o continuidad en la asistencia por parte de los alumnos ya que se buscaba crear hábitos en el alumnado, despertarles el sentido del deber y de la responsabilidad y que los alumnos que asistieran a clase, las aprovecharan al máximo. Como hemos visto, la ILE defendía no aprender las cosas, sino aprender a hacerlas.
Otro punto de la propuesta educativa de esta institución eran las excursiones y viajes de estudio. Para el profesorado de la ILE, estos viajes eren un elemento imprescindible del proceso intuitivo del alumno. Los cursos de historia, historia del arte, ciencias naturales, ciencias sociales, etc., se daban delante de monumentos, dentro de museos o en medio del bosque para aprovechar al máximo los conocimientos sobre aquella materia. En vacaciones, la ILE organizaba excursiones de varios días para viajar a todas partes de España o a Portugal o Francia para que los niños y jóvenes de la Institución Libre de Enseñanza experimentaran con nuevos lugares y nuevas culturas en beneficio del saber y del crecimiento personal a todos los niveles. Y, al acabar la etapa lectiva, esta organización educativa seguía en contacto con su ya exalumno a través de lecciones y consejos para su preparación en alguna profesión.
Un último pilar importante para el alumno según la Institución Libre de Enseñanza era la familia. Para ellos, la familia, como ambiente principal donde se desarrolla el niño y joven, debe ser indispensable en la vida de este y es por eso por lo que defienden un modelo de educación en el que el estudiante vuelva a casa al terminar la jornada escolar. Sólo en casos puntuales en los que la familia vive fuera de Madrid, el Institución ofrece facilidades para que su hijo o hija pueda ir a estudiar como, por ejemplo, ofreciendo la casa de algún profesor para alojarlo. También creían que, si el hijo volvía a casa, de manera indirecta, este estaría educando a la familia con los conocimientos adquiridos en la escuela y eso ayudaría a los familiares a “educarse”.
Tras la Guerra Civil, la ILE fue clausurada por el régimen franquista pero su modelo educativo siguió muy vivo y, en la actualidad, todavía vemos algunos rasgos de esa propuesta educativa en muchos de los sistemas educativos de hoy. Un ejemplo más de esa eterna lucha que tenemos en este país para encontrar un modelo educativo adecuado y que no cambie con la llegada de un nuevo gobierno.
Carlos Llanas