El Villarreal ya es campeón. El Villarreal ya está en la historia de los campeones.
Un pueblo, de apenas 50.000 habitantes, se convierte en campeón de la Europa League después de una final inverosímil, decidida en una tanda de penaltis nunca antes vista y en la que hasta 21 jugadores anotaron sus lanzamientos, hasta que David de Gea marró el suyo para provocar que el sueño del Villarreal se convierta en realidad.
La historia de un club que ha peleado con los más grandes hasta convertirse en uno de ellos, con esfuerzo, con inversión y decisiones acertadas.
Un Villarreal que es uno de los clubes más queridos por mérito propio y que se venga de lo sucedido en las semifinales de la Champions League en 2006 para recuperar un sueño, fraguado con los lanzamientos de los once elegidos, todos ellos acertados, hasta que Rulli le adivinó a De Gea el lanzamiento decisivo, el que permite el ascenso a los cielos del submarino amarillo.
La última parada en el sueño del Villarreal llegaba a Gdansk con la ilusión intacta, propia de un debutante, pero también con argumentos tangibles para luchar de tú a tú con uno de los equipos más grandes del planeta por el título de Europa League. Gerard Moreno, Dani Parejo o Pau Torres se medían a la calidad de los Rashford, Pogba, Bruno Fernandes o De Gea en una batalla majestuosa, digna de una finalísima con un título europeo en juego.
Los onces de Unai Emery y Ole Gunnar Solksjaer planteaban un partido en el que, pese a la probable sumisión inicial, lo que debían reinar eran los ataques. El United apostaba por la calidad en tres cuartos y la capacidad matadora de Cavani en la punta, mientras Emery confiaba en un adolescente como Yeremy Pino para acompañar a los intocables Bacca y Gerard en el tridente ofensivo.
Lejos de lo más vibrante del partido, los primeros minutos depararon tensión competitiva y alternancias en la posesión. También golpes, como el sufrido por un Juan Foyth que estuvo sangrando muchos minutos, ejemplificando la batalla por el todo que iba a representar el partido. El Villarreal derramaba las primeras gotas de sangre antes de dar el primer golpe al partido.
Había dejado detalles el submarino, sobre todo por mediación de un hiperactivo Bacca que ocupó espacios, tiró desmarques e incluso se atrevió con una rabona que no pudo hacer buena Pau Torres. Sin embargo, el golpe llegaría la media hora de partido, con una falta lateral que se puso al servicio de uno de los mejores lanzadores del planeta. Dani Parejo la puso con música para que Gerard Moreno, quién sino, se colara entre Shaw y un Lindelof que le agarró hasta resignarse y ver en primera persona el 1-0, obra del más que probable líder ofensivo de España en la próxima Eurocopa.
El gol se celebró con una mezcla entre extenuación y prudencia por el momento de partido, y Gerard demostró su temple al dedicarle a Broncano su particular ‘vacuna’ ante el United. El golpe era duro para el teórico favorito, al que le costó reaccionar pero bien pudo encontrar el empate antes del descanso. Un gran centro de Greenwood merecía un diablo como rematador, pero se encontró a Albiol, imperial al igual que Pau durante toda la primera parte. El muro amarillo permitía al Villarreal marcharse por delante al descanso.
La segunda mitad sería diferente y aunque el Villarreal comenzaba perdonando el segundo en un barullo en el área, pronto tomaría el United la alternativa. Un posible –y probable– penalti de Pedraza sobre Greenwood pasó desapercibido para el colegiado Turpin, pero la decisión también quedó como antecedente del empate, inmediato y milimétrico, de Edinson Cavani. Matador como los delanteros de otra época, el charrúa aprovechaba un rechace para batir a Rulli. No pudo hacer nada el portero argentino, y el VAR, por centímetros, validaba un tanto que dejaba las tablas con más de media hora por disputarse.
Si el primer gol golpeó al United, el del empate directamente noqueaba al Villarreal, que bien pudo recibir en segundo en los minutos que continuaron el partido. Sobrevivió sin hundirse el submarino, donde Shaw y McTominay eran los elementos secundarios que explicarían cualquier victoria del equipo. Por desgracia para los red devils, les faltó el elemento diferencial. Ni Pogba, ni Bruno, ni Cavani pese al gol, ponderaron lo suficiente en el momento decisivo como para desequilibrar la balanza.
El Manchester dominaba, pero el Villarreal la tuvo en el último minuto de tiempo reglamentario. Cansados, subidos a la espalda de un extraordinario Albiol, los amarillos se recuperaron y dejaron en manos de Pau Torres la última ocasión. El central se colocó el balón en su exquisita zurda pero, desacostumbrado a tener el balón clave para marcar, lo mandó alto, y con él todas las papeletas cayeron en la cesta de la prórroga. El partido se decidiría en el tiempo extra.
La tremenda incidencia del físico en el partido había afectado al Villarreal, aparentemente más que al United, más acostumbrado a estos esfuerzos. Sin embargo, Emery había dado con la tecla de los cambios y Moi, Mario o Coquelin espolearon a los titulares con su entrada desde el banquillo en la final. A los puntos, los amarillos se imponían a su rival en unos primeros 15 minutos de mucha emoción, mucho ruido, pero pocas nueces para decantar la balanza de uno u otro lado.
El miedo a perder, sumado al desgaste, fue demasiado también para una segunda mitad de la prórroga en la que los cambios estratégicos, más propios del balonmano, se dieron para que tanto Emery como Solksjaer introdujeron con el tiempo justo a algunos de sus lanzadores, para quitar a jugadores cuya técnica no estaba, posiblemente, a la altura de los mejores en una tanda.
Llegada la hora de la verdad, los cinco valientes de cada equipo se posicionaron para cambiar la historia, en el caso del Villarreal, o mantenerse en lo más alto, aunque fuera en la Europa League, por el United. Albiol y Bruno Fernandes sortearon campo y lanzador y la agonía dio un paso para compartir protagonismo con los lanzadores.
Ni el mejor de los guiones del mejor de los directores de Hollywood podía dibujar una historia como la vivida en Gdansk. Un lanzamiento tras otro fue entrando, por el lado del Villarreal y por el del United, con De Gea y Rulli quedándose al límite de detener casi cualquiera de los tiros. Gerard, Raba, Mata, Bruno, Rashford o Parejo dieron paso a la muerte súbita, en la que lejos de bajar el nivel de los lanzamientos, subió con jugadores como Albiol o Lindelof culminando sus actuaciones con tiros formidables.
Llegó el turno de los porteros, que no pudieron ser héroes y llegaban al alambre de convertirse en villanos. Rulli optó por la fuerza y la colocación en un cóctel que salió cara, con un gol por la escuadra que sería el último del día. De Gea, con la responsabilidad de un equipo a las espaldas, no pudo anotar, convirtiéndose en el único fallo de una tanda histórica que le da al Villarreal el primer título de su historia.