El cielo tendrá que esperar para el Barça de Sarunas Jasikevicius, que este domingo se ha quedado a las puertas de su tercera Euroliga tras caer en la final de Colonia ante el Anadolu Efes por 81-86. El equipo azulgrana ha logrado levantar una desventaja de once puntos en la segunda mitad para empatar en el último cuarto pero Vasilje Micic y Shane Larkin han frustrado el sueño azulgrana en la recta final del encuentro.
Es inevitable tras una derrota en una final que la primera sensación que embargue al aficionado azulgrana sea de decepción.
Pero el revés de hoy ante un coloso como el Anadolu Efes no debe empañar la gran Euroliga que ha hecho el Barça. A un equipo como el azulgrana se le puede exigir que esté, que llegue a la pelea por los títulos pero ganar no puede ni debe ser una exigencia porque supondría desmerecer al resto de equipos, que también juegan, y muy bien por cierto, como lleva ya demostrando varios años el nuevo campeón.
El conjunto turco llevaba llamando a las puertas del título tres temporadas. En 2019 cayó en la final ante el CSKA, en 2020 la pandemia frustró sus aspiraciones al obligar a cancelar la Euroliga cuando iba líder destacado y ahora, a la tercera, ha podido concretar su sueño.
Al Barça le ha pesado decisivamente el estado físico de Nick Calathes, que pudo jugar a pesar de su esguince de tobillo pero que no pudo mover al equipo con la eficacia que en él es habitual. El griego no anotó y, lo que es peor, se quedó en solo una asistencia. El equipo azulgrana también ha echado de menos a su teórico gran referente, un Nikola Mirotic desaparecido durante los tres primeros cuartos. Cory Higgins (23 puntos), Kuric (18) y Davies (17) tiraron del Barça pero fue insuficiente ante la magia de Vasilje Micic, MVP de la final, y la infalibilidad de Shane Larkin desde el tiro libre (12/12).
El Barça debe asimilar esta derrota como un elemento de aprendizaje. Para ganar finales hay que llegar a ellas primero, y seguramente perder algunas antes de levantar el trofeo. La historia así nos lo enseña. El Fenerbahçe tuvo que perder dos finales (en Madrid y Berlín) antes de ganar su primer título en la de Estambul. El CSKA también acumuló muchos reveses en los años previos a su título de Berlín y lo mismo puede decirse del Real Madrid, que perdió las finales de Londres 2013 y Milan 2014 antes de ganar al año siguiente la de Madrid 2015.
Estos tres equipos ganaron los trofeos mencionados como culminación del trabajo de varios años, en el que fueron creando una identidad de grupo y ganando experiencia como colectivo. Sarunas Jasikevicius ha conducido al Barça a la final de la Euroliga en su primera temporada al frente del equipo, llevarle al siguiente escalón en su año de debut habría supuesto un éxito casi sin precedentes. Otra vez el repaso a la historia de la competición nos lo demuestra: solo una vez en los últimos 15 años ha ganado el trofeo un equipo que estrenaba entrenador esa temporada. Fue el Olympiacos de Georgios Bartkokas en 2013 pero ese éxito tiene asterisco. El que fuera después técnico del Barça recibió un equipo ya campeón el año antes a las órdenes de Dusan Ivkovic, mucho del trabajo ya lo tenía hecho.
Seguir insistiendo es la clave para el Barça, que ya tiene muchos elementos para saber que el actual proyecto es bueno. El equipo no solo acaba de disputar la final de la Euroliga sino que esta temporada fue primero de la fase regular de la competición, ha ganado la Copa del Rey y afronta desde este martes los playoff de la Liga Endesa desde la segunda posición. Ganar la ACB supondría el broche a una gran temporada, en la que el Barça se habría quedado a una victoria de un triplete que solo ha conseguido en 2003.
Insistir e insistir, esa es la clave. Ahora bien, todo dependerá de lo que pase en las próximas semanas con este equipo. Las bases para el futuro están sentadas, con Jasikevicius y prácticamente todos los jugadores con contrato para la siguiente campaña. Pero la delicada situación económica del club puede llevar a un ajuste más traumático de lo deseable y que ello se traduzca en un golpe mortal para un equipo llamado a ser protagonista en Europa en los próximos años.
Habrá que cruzar los dedos y confiar en que a Juan Carlos Navarro y su equipo no les corten las alas antes incluso de empezar a volar.