Don Felipe ya sonríe, no porque se haya vacunado, sino porque hace un mes se quedó sin el virus de origen venezolano importado, ese virus de un populismo que se ha ido diluyendo en las noches lóbregas que no dejaban dormir al bueno e ingenuo Pedro Sánchez, el del abrazo monclovita y la mano tendida a ritmo de sardana derivando a milonga. El rey ya sonríe y se peina las canas nacidas del tiempo de las tormentas eméritas que en España son históricas, solo le falta que doña Leticia abra los labios y anuncie que la Zarzuela es un nido de paz y concordia y que las hijas crezcan en el jardín de las promesas y los príncipes azules o infantes del mundo de las jaulas de oro o simple vasallos del mundo normal.
El rey sonríe, ni una sombra de amargura, confía en tiempos mejores porque la paciencia sin esperanzas es tiempo vacío, los votos de la democracia ha destronado al rey de Galapagar y un día no lejano terminará el insomnio de un sanchismo pinochista, de Pinocho. Luego no pintaran bastos, sino la sota de un partido con caballos de los montes gallegos. Un paréntesis con gaitas subiendo escaleras a medias. Es la historia.
Sonría, por favor, siga, don Felipe, y mañana ría aunque sea el ultimo, ya conoce el refrán el que ríe el último ríe dos veces.
Sureste Press