Batacazo de Occidente: “¿Debemos respetar sus costumbres?”
La llegada de los talibanes a Afganistán al poder por la fuerza durante el verano de 2021 supuso un varapalo hacia los Derechos Humanos y, sobre todo, a la fortaleza de Occidente ante el mundo. Pasaron de perfilarse como la zona dispuesta a marcar la pauta tras la II Guerra Mundial, construir el Estado del Bienestar y, sobre todo, vencer al temible Comunismo en 1989 con la Caída del Muro de Berlín a ver cómo Oriente coge más terreno en todos los sentidos durante el momento más crítico de las primeras décadas del siglo XXI, la pandemia del COVID-19.
No solamente se confirmó el ascenso al cetro del Mundo a economías asiáticas como Singapur o China que se encontraban en la miseria, también por su capacidad de retener el virus con medidas tremendamente severas. También se percibió una decepción por parte de la ciudadanía por las respuestas de las democracias occidentales cuando los talibanes se hicieron con el control de Afganistán.
El retrato de esta caída llegó cuando Joe Biden ordenó la retirada de tropas estadounidenses en territorio afgano. Por si fuera poco, la Unión Europea, representada por Josep Borrell, reconoció la necesidad de tratar con los talibanes por su victoria en el territorio asiático.
Además, el líder talibán Zabihullah Mujahid recalcó que la amnistía existiría en su Emirato islámico de Afganistán, que la prensa sería “libre e indepediente” y, sobre todo, que las mujeres serían libres bajo la ley Sharia. Es necesario ir por partes para explicar cada punto, pero todos comparten un factor común con la fachada creada ante el mundo, bien explicada por el periodista y escritor español, Amador Guallar, cuando afirmó que sus declaraciones era puro bienquedismo, ya que las ejecuciones acechaban a la velocidad de la luz.
No se trataba de un discurso demagogo, tal y cómo indican los videos atestados de ciudadanos locales e inmigrantes dispuestos a volver a un lugar aparentemente desconocidos, pero deseosos de ofrecer una ansiosa libertad. Precisamente dicha libertad la perdieron las mujeres puesto que según el medio Tolo News, se abrieron oficinas sin presencia femenina. Sin duda, toda una careta debidamente destapada con el poder de las redes sociales al haber colgado un video en el que los talibanes disparaban a civiles que llevaban los colores de la bandera afgana en Jalalabag.
Honestamente, por mucho que las palabras de Zabihullad pareciesen una tendida de mano hacia la paz, un análisis exhaustivo de las mismas lleva a hacer entrever un perfecto ejercicio de manipulación, o quizás de ignorancia por parte de mucha gente.
También comentó que no se podría dañar el honor de los colores nacionales –cosa que parecen haber hecho unos pocos valientes- y, también que las mujeres tendrían que obedecer a la ley Sharia. Dicha legislación obliga a que el género femenino tenga prohibiciones como tratar con comerciantes masculinos, ser atendidos médicamente por varones, reír a carcajadas, usar un burka –velo largo- que les cubra gran parte del cuerpo o de que incluso las mujeres tengan su propio baño público, entre otras cosas.
Todo este conjunto de medidas siempre estuvieron blanqueadas por mentalidades demasiado políticamente correctas y partidistas, por ejemplo, por parte de José Luis Zapatero. Cuando éste comenzó su mandato como presidente del Gobierno de España, tuvo la valentía decir que no había compatibilidad alguna entre la democracia y el mundo árabe.
Curiosamente, muchos países orientales de «culturas» están sensiblemente alejados de los veinte países catalogados como democracias plenas, ya que su inmensa mayoría se ubicaron como regímenes híbridos y autoritarios. Efectivamente, los nuevos representantes políticos votados por millones de españoles, además de romper el bipartidismo en 2015, tuvieron la osadía de poner en la hoguera al Cristianismo por el que muchas democracias europeas sentaron sus bases por tener algunos puntos con dosis machistas, pero sentían un chocheo tremendo por el Islam.
Uno de los ministros del gobierno de Pedro Sánchez, Alberto Garzón, nunca tuvo dudas en mofarse de la Semana Santa con términos como Jesucristo Superstar. ¿Qué se puede esperar de una persona leal a un partido dispuesto a felicitar la Navidad con un árbol de Navidad ardiendo allá por 2017? Pues se puede esperar una pestilente hipocresía cuando Garzón felicitó el Ramadán de una Religión islámica con muchísima menos representación que el Cristianismo en España.
Fue dar luz verde a que mucha gente considerase los fanatismos de ciertos musulmanes como “costumbres que hay que respetar”. Un discurso similar dio Zapatero en septiembre de 2008 en la Alianza de Civilizaciones cuando señaló que “hay que convivir y respetar las tradiciones”. ¿Seguro que se debe respetar que se aplique el machismo en variantes radicales de la religión dominante en Oriente como la ley Sharia, por no hablar de aspectos machistas en el Islam?
Para empezar, si el fanatismo cristiano acechase con holgura, arderían las calles de forma comprensible. Pero esa generación que vio como las democracias occidentales llenas de valores cristianos les otorgó un estado del bienestar eficiente piden el respeto de unas costumbres.
Sin embargo, la escritora Najat El Hachmi –residente en Cataluña y socialdemócrata de pensamiento político- señaló en noviembre de 2019 que en países como Marruecos es delito dejar de ser musulmán y que el Islam lleva a la misoginia, considerándolo como discriminatorio desde el principio de los tiempos, ya que la existencia de órdenes implacables de cabezas de familia sobre las mujeres musulmanas o que ciertas cabezas progres consideren que el velo es feministas avalan sus argumentos.
Sin duda, los testimonios de esta mujer junto al de periodistas testigos del terror talibán en Afganistán deben ser considerados como una realidad, no como hechos opinables.
Creo que los negacionistas, terraplanistas y comunistas siempre serán las personas dispuestas a defender dilemas de la humanidad como que “2+2=5”, pero parece que siempre habrá cargos políticos enfermos de populismo como Juan Carlos Monedero dispuesto a pedir responsabilidades penales a José María Aznar, George Bush, Tony Blair y José Manuel Durao Barroso por haber organizado un encuentro en Las Azores para dar inicio a la Guerra contra Irak y Afganistán, utilizando la foto de la afgana Farkhunda Malikzada con la cara quemada por ser acusada de quemar una copia del Corán cuando quería estudiar Islam. Eso ocurrió en 2015, al igual que la persecución y golpeos por parte de civiles ante el miedo de ser considerados como infieles.
¿Seguro que los culpables son las personas dispuestas contra fundamentalistas radicales y no aquellas con “costumbres dignas de respeto”? Siempre habrá algún iluminade dispuesto a decir que a EEUU y el resto de potencias occidentales acechan países autoritarios subdesarrollados por sus riquezas en materias primas. Puede ser que no les falte razón, ya que desde el final de la II Guerra Mundial, las disputas entre gigantes tienen lugar en territorios ajenos como intermediarios, por ejemplo, Vietnám.
Pero si se critica el interés económico disfrazado de “solidaridad con los Derechos Humanos”, se hace con todas las de la ley. Según Seth Jones, director del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), Rusia estuvo ayudando con inteligencia, diplomacia y ayudas económicas a los talibanes. En la misma medida, China mostró su respeto a la construcción del propio Estado, al igual que hicieron durante su Emirato existente entre 1996 y 2001.
En definitiva, el respeto debe ser el marco fundamental para la convivencia humana, pero hay costumbres que necesitan ser corregidas razonablemente con tal de evitar el bien común. Al fin y al cabo, a los nazis no se les ganó mandando claveles.
Puede ser un argumento idóneo para buscar la guerra, modus operandi del que siento pavor, pero eso no debe llevarnos a tener un doble rasero lleno de contradicciones y de soberbia con tal de no reconocer hechos más que evidentes, sobre todo si se elimina cualquier dogma políticamente correcto.
Por Kylian Márquez @viviendoentretecla