El batacazo de Occidente: destrozando la cuna castellana”
La victoria del partido conservador español por excelencia, el Partido Popular, en manos de la liberal Isabel Díaz Ayuso certificó la polarización sufrida por parte de la población española hacia su capital, Madrid.
Dopaje fiscal o competencia desleal fueron algunas palabras por la gente de alrededor afines a posturas cercanas al aumento del estatismo. El presidente de la Comunidad Valenciana, el socialista Ximo Puig, fue uno de los principales detractores de las ideas liberales de la líder madrileña, representando a la perfección a voces cercanas a mi entorno que consideraron los resultados del 4-M como un mayor impuesto al “feudalismo” madrileño.
De hecho, dichas personas consideraron la noticia como la ocasión perfecta para recordar cómo Madrid fue rechazada de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha cuando la Democracia española dio su pistoletazo de salida. Unos lo catalogan “como castigo por querer ser el paraíso anarcocapitalista”, pero la realidad es que la falta de desconocimiento de la Historia puede jugar malas pasadas, tanto a nivel económico como argumental cuando toca comentar la actualidad política.
Ojo, resulta entendible que encontremos ciertos errores cuando se analizan ciertas cuestiones con escasa apariencia en los medios de comunicación, como puede ser la desvinculación de Madrid con el territorio castellano-manchego en términos administrativos. Pero debemos conocer el pasado para conocer el presente, sobre todo si Occidente y los principales lugares de esta zona como Madrid sufrieron una pérdida de reputación inmerecida.
Toca remontarse al final de la dictadura, momento en el que la capital española pertenecía a la región de Castilla-La Nueva y con la llegada de la Constitución se abrió la posibilidad del establecimiento de nuevas autonomías.
Madrid quería seguir unida a Toledo, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Albacete, pero los representantes de la Castilla-La Mancha no estaban por la labor de que formase parte la capital, no fuera a ser que sufriesen las crueles consecuencias del centralismo madrileño por tratarse del municipio más importante del territorio español.
Parece que el mero hecho de saber que regiones con grandes ciudades como Valencia, Sevilla o Barcelona arrastraran un gran crecimiento económico acompañado de ideas liberalizadoras en términos económicos quedó en la nada. Preocupó que “el dopaje fiscal” o la centralización mermasen a otras provincias, pero parece que cuesta reconocer que Toledo, Ciudad Real o Albacete estarían inmersos en el régimen de IRFP más bajo de España.
Castilla-La Mancha se ubicó en la mitad de la tabla en la clasificación de la comunidad más confiscatoria en términos de impuestos, es la cuarta ciudad con más funcionarios por habitantes, o así al menos lo dejó entrever el INE en 2019.
Además, se perdió el tren de la Comunidad Autónoma más próspera de España, incluso teniendo una red ferroviaria fluida para llegar a aquella capital tan centralizada. Pero claro, los años hacen que uno se arrepienta de las decisiones tomadas, o al menos de haber votado a unos votantes que tomaron el rumbo de un asco desmesurado hacia Madrid.
Lo percibí en una comida familiar cuando una mente iluminada propuso la existencia de un partido regionalista como ERC en Cataluña o Bildu y el PNV en el País Vasco para que sus votos permitieran que el partido de turno ganador de las elecciones pudiese gobernar.
Dicha persona iluminada recibió el clamor popular de dicha reunión, considerando que dicha formación regionalista con tintes nacionalistas hubiera evitado la desmembración del faro industrial de La Mancha, Puertollano, ya que no estaría “veinte años más retrasada que las principales autonomías”.
¿Cómo se puede ser tan hipócrita? Efectivamente, hipócrita, ya que este entorno tan cercano dicen sentirse orgullosos por su simpatía al socialismo, odiando los secesionismos catalanes por su carácter chupóptero ante el Gobierno central cuando su tierra tiene recursos de sobra para prosperar como ha ido haciendo a lo largo de su Historia.
Para colmo, piden que las administraciones centrales les saquen las administraciones cuando 40 años atrás rechazaron tajantemente al principal motor del país, Madrid, construido en cierta medida por manos castellano-manchegas.
Pero claro, parece que desconocen que el Ayuntamiento de Madrid desveló que la mayor parte de habitantes madrileños proceden de las dos Castillas, la leonesa y la manchega. Precisamente el modo de vida de ambos lugares terminó echando raíces en el Madrid del extrarradio, considerado por el escritor Paco Umbral como “poblachón manchego” y amado por Azorín y el vallisoletano Miguel Delibes, que tantas visitas dio a la ciudad en su etapa como escritor.
En definitiva, el postureo, la hipocresía, el desconocimiento y la xenofobia hacia las propias raíces imperaron en un Occidente dolorido, ya que además del traumático colapso sanitario mundial, fui testigo de un pueblo que odia lo que construyeron, pero pretende tener el mismo modus operandi tan ruin utilizado por aquellos que consideran sus enemigos más acérrimos.
Kylian Márquez @viviendoentreteclas